En algún punto la diseminación se torna concentración. Todo lo que se dispersa desde una unidad inicial tiende a reorganizarse, de tal manera que las partes fragmentadas vienen a agruparse de un modo imprevisto, creando otras formas de relación entre los elementos originarios. Sabemos que bajo fuerzas lentas, poderosas y sostenidas, este planeta que habitamos, a lo largo de siglos y siglos, ha visto disgregarse las grandes masas continentales. Si hace millones de años era Pangea una única masa de tierra, hoy la deriva continental ha repartido sobre el orbe un archipiélago de distintos territorios, climas y geografías. Observando ese nuevo rompecabezas formado por las fuerzas telúricas, Danila Ilabaca adopta la posibilidad de recombinar distintas formas, colores y procedencias gráficas en un trabajo que comprende la agregación del collage como un juego de resultados inesperados.
Nuestra cultura gráfica y visual nos llena de información mediada por la eficiencia. Danila Ilabaca, en cambio, altera la fijeza de los parámetros plásticos y propone la configuración de un orden de prioridades por deficiencia, al estilo de los quebrantahuesos practicado por Nicanor Parra. Recupera así al más puro estilo Dadá, donde el instrumento principal de trabajo no es el lápiz que escribe sino la tijera que recorta.
Al proceder por piezas, ir por partes, Danila Ilabaca desarma el montaje visual que sostiene al mundo como un escenario ya conocido. Cuando renunciamos al decorado predecible que nos rodea, las figuras empiezan a reordenarse en una nueva jerarquía que sorprende nuestras perspectivas, como las figuras que aparecen en los sueños. A través de estos collages, quedamos invitados a repoblar el lenguaje de la gráfica impresa a través de extractos de publicaciones de distinto origen, desde los dibujos enciclopédicos de nuestra infancia hasta las tipografías procedentes del Lejano Oriente. La tarea que nos queda es colaborar a descifrar y construir una nueva fragmentariedad de lo visual.
Pedro Donoso